sábado, 24 de septiembre de 2016

Sensaciones


Una de las grandes ventajas de viajar sin tiempo ni rumbo cierto es la de la presencia de los imponderables. Las puertas se multiplican y ya no hay un sólo camino marcado, uno puede llegar, casi como se dice "a donde lo lleve el viento". Aquí, algunas líneas escritas por un mochilero que se encontró sólo entre montañas, esperando algún conductor amable que lo haga llegar a algún destino cerca de la ruta 40, en Argentina. 

«Apoyo los pies sobre la tierra, miro alrededor, encuentro el primer lugar en mi vida dónde tomo dimensión de la distancia tan corta y tan larga entre el ser humano y el mundo. No soy nada pero soy todo. Me dan ganas de inmortalizar el momento. Mis ojos son una cámara de fotos que no para de disparar y retratar imágenes imborrables en mi mente.
Me veo solo, pero grito, bailo y lloro. Me vuelvo a emocionar como el día anterior. No hay ruidos, salvo el de mis pasos y exclamaciones. Camino, me siento y corro. Estoy más vivo que nunca. Ni la mejor película creó algo así en mi vida.
Se me vienen a la cabeza mis amigos, mi familia, mis abuelos. Cierro los ojos y los veo felices por saber que río como nunca antes. Mis pies y manos me depositaron acá.


Toda mi existencia se proyecta en mi cabeza. Lo bueno, lo malo, todo. Imagino a mi hermano en ese lugar. Aparecen sensaciones que nunca antes experimenté. ¿Es éste el mundo de los locos? Agradezco, respiro profundo. Pienso en mi vida, en “acá hay vida”. Lo que me rodea, acá y allá. Pienso en lo que me puedo llegar a proponer. Hay paz. Debería, en los parámetros de mi sociedad, sentirme inseguro, temeroso, hasta aburrido. ¿Cómo uno estando sólo puede llegar a reír como nunca antes?»

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