jueves, 12 de octubre de 2017

Descolonizar

Whipala


La única manera de descolonizarnos, de encontrar una identidad que sea emancipadora del dominio europeo y estadounidense, es reconociendo nuestras raíces. De la misma forma en que uno mira a su familia, estén o no, para poder entenderse y desentrañarse, de la misma forma en la que uno o una mira su casa, y en cómo ésta fue construida. Nuestras raíces poco tienen que ver con la cruz y el positivismo europeo.



En 1492 comenzó el genocidio, que terminaría perpetuándose sobre los cimientos Aymaras, Quechuas, Mapuches, Guaraníes, Onas, Wichis, Jíbaros, Shipibos, Guajiros, y de tantos otros; y que no encontraría saciar toda su sed de sangre en Incas, Mayas y Aztecas.
Sin embargo, acá estamos, lxs sucixs, los indixs, lxs hediondxs. El genocidio de sometimiento a través de la biblia y la espada ya terminó, sin embargo sigue todos los días, a través de la imposición cultural, a través de la necesidad de ver a Occidente como un deseo a alcanzar. A través del odio de lo nuestro, de lo feo, de lo malo, de lo oscuro, de lo indeseable. Así, seguimos por el camino de la colonización, estigmatizando y denostando todo aquello que nos resulta indigno. Mejor dejemos que hable Rodolfo Kusch...

"Porque es cierto que las calles hieden, que hiede el mendigo y la india vieja que nos habla sin que entendamos nada, como es cierto, también, nuestra extrema pulcritud. Y no hay otra diferencia, ni tampoco queremos verla, porque la verdad es que tenemos miedo, el miedo de no saber cómo llamar todo eso que nos acosa y que está afuera y que nos hace sentir indefensos y atrapados (...) Se trata de una aversión irremediable que crea marcadamente la diferencia entre una supuesta pulcritud de parte nuestra y de un hedor tácito de todo lo americano"

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