Los viajes parecen tener "la verdad" para muchas personas. Uno se abre a distintas circunstancias que rompen con la zona de confort que nos rodea y puede llegar a descubrir cosas dentro y fuera suyo. Éstas breves anotaciones intentan reflejar la importancia que puede llegar a tener romper con la rutina y caminar distinto.
Un viaje purificador, lleno de energía,
enseñanza, sabiduría, enseñanzas, amor, libertades, emociones, convicciones…
lleno de vida.
Gente hablando de valores, amistad,
comunidad, alegría, evolución.
Relaciones efímeras o longevas, todas
cargadas de transparencia. Distintos jóvenes pidiendo un pedazo de pan, pero
con la frente en alto, con dignidad. Otros con muchas o pocas cosas materiales,
pero despojados de prejuicios. Gente que mira al resto con una mirada íntegra y
no superficial. Aire puro.
Sentí que el universo me tendió su mano hacia
el escalón de la locura. Abrí una puerta que desapareció atrás mío, no hay
vuelta atrás. Miguel, Claudia, Viviana, Alejandra, Matías, todos ellos – y
muchos más – me dejaron algo. Me nutrí, me llené de herramientas. Me di cuenta
de que aún no se lo que quiero, pero volví con la certeza de saber lo que no
quiero. Aprendí cuan alienado puede estar uno en una sociedad con tantos
parámetros y estereotipos. Entendí cómo vive la gente, lejos de lo que pueda
mostrarme la televisión. Tomé noción del valor de mis pies y de mis manos, de
mi corazón y cerebro. Del valor de proponerse algo y cumplirlo. De cómo uno
está sólo si realmente quiere estar solo. Verifiqué la calidad humana que nos
rodea. Volví, triste por reinsertarme en la máquina de picar carne, pero con la
sabiduría de que es la única forma de cerrar círculos que yo mismo abrí y que,
por eso, yo mismo debo cerrar. Para liberarme, para liberar a quienes están en
esos círculos y para poder dejarme llevar hacia un lugar en el que no sea
necesario ir de vacaciones para ser feliz.
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